Manuel Pimentel, exministro de Trabajo, supo expresar con suma claridad lo que muchos agricultores venimos denunciando en su libro ‘La venganza del campo: ¿Por qué el sector primario es pisoteado y perseguido por la misma sociedad a la que da de comer?’. Ahora ha llegado a mis manos un informe de Richard J. Schenk, investigador del Mathias Corvinus Collegium (MCC) de Bruselas, titulado ‘La guerra silenciosa contra la agricultura’, que incide en el largo y cruel maltrato de las instituciones hacia el campo europeo.
Afirma Schenk que el origen de la Comunidad Económica Europea estableció como prioridades el aumento de la productividad agraria, la mejora del nivel de vida de los agricultores y unos precios razonables para los consumidores. Después de la segunda guerra mundial, Europa prometió “no volver a pasar hambre” y lo cumplió. Mientras que en 1950 un hogar europeo medio gastaba el 50% de sus ingresos en alimentos, en 1990 ese porcentaje se redujo al 15%.
La Política Agrícola Común (PAC), sin embargo, a partir de los ochenta fue sufriendo reformas para evitar los célebres “montones de mantequilla” y “lagos de vino”. La reforma MacSharry de 1992 marcó un cambio dirigido a incluir la protección del medioambiente al mismo nivel que la actividad agraria. Como consecuencia, “los agricultores europeos tuvieron que cumplir cada vez más objetivos ecologistas con menos dinero”.
Pero la situación se ha tornado insoportable con la imposición de un “tercer régimen agrario”, tal como resalta Schenk, que relega la producción de alimentos al final de la cola y la subordina a exigencias ambientales con tintes ideológicos radicales y sin base científica que, sencillamente, son imposibles de cumplir.
El Pacto Verde Europeo, con la Estrategia de la Granja a la Mesa como ariete, es un eslogan pseudoecologista que viene a decir que “la seguridad alimentaria ya no puede ser el objetivo inmediato de las políticas agrarias europeas, ya que la acción por el clima es el requisito previo de todas las políticas agrarias. Por tanto, muchas medidas de la UE ahora tienen como objetivo activo la reducción de la producción agraria”.
El informe continúa detallando las revueltas del sector primario, en particular de los ganaderos de los Países Bajos y de la industria forestal finlandesa, y advierte de que “si más Estados miembros se alarmaran, podrían detener el tercer régimen agrícola antes de que se implemente completamente”.
Pues en esas estamos. Los agricultores de Alemania, Francia, Bélgica, Polonia, Bulgaria, Rumania, Portugal y España hemos salido a la calle para decir que estamos hartos, que hasta aquí hemos aguantado, que llevamos muchas décadas reivindicando unas políticas agrarias para los agricultores y los consumidores, que la agricultura no es la culpable sino la aliada primera e imprescindible para luchar contra el cambio climático, que somos los primeros ecologistas, los que mantenemos el bosque verde que nunca se quema y los que suministramos alimentos con los máximos estándares de frescura, calidad, trazabilidad, seguridad alimentaria y menor huella de carbono.
El serio y duradero trabajo de presión e interlocución con la Administración que llevamos a cabo las organizaciones profesionales agrarias durante los últimos años está cosechando algunos logros, pocos e insuficientes de momento, pero no vamos a rendirnos hasta conseguir todo lo que merecemos.
AVA-ASAJA empezó el 26 de enero el calendario de movilizaciones y las próximas convocatorias en la Comunitat Valenciana serán, de manera unitaria, el 15 de febrero en Castellón, el 16 de febrero en Alicante y el 22 de febrero en Valencia, sin descartar nuevas protestas.
Espero, por el bien de toda Europa, que estemos efectivamente en un punto de inflexión y que podamos confirmar que se acabó el ciclo europeo antiagrarista.
Los compromisos y los primeros pasos dados por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, así como las últimas votaciones del Parlamento Europeo, van en la buena dirección. No entendemos que los políticos sigan hablando de quién está detrás de las protestas, no queremos que nos distraigan con cortinas de humo. Hay un problema real en la agricultura y en la autosuficiencia alimentaria europea y necesitamos que pongan soluciones a largo plazo.
No hay que olvidar que en junio tenemos elecciones europeas y es importante que, a la hora de votar, tengamos en cuenta si los partidos tienen entre los primeros puestos de candidatos a personas que conocen la realidad de la agricultura y que van a defender ese necesario cambio de ciclo.